LA EXTRAÑA HISTORIA DE MARIO
El cuadro se inicia
de manera súbita, un año antes de la admisión, con la aparición de
ideación delirante paranoide de tipo megalomaníaco y persecutoria en un niño
de 12 años, quien cursaba octavo grado y provenía de una familia de estrato
socioeconómico bajo. Éste alegaba que las personas a su alrededor querían
“dañarlo” porque él era el hijo del mago Merlín y tenía el poder de “hacer
ir a la gente”. El niño, además, refería que una voz le transmitía el
mensaje “la hechicería se desencadenará” en una lengua extraña, la cual él
no podía iden- tificar pero sí entendía.
Su madre, una mujer
de 44 años, con una escolaridad de primero de primaria, dedica- da a la casa y
a trabajos de confección de prendas a domicilio, refería que su hijo la
llevó a ser y sentir cosas extrañas; ella esta- ba convencida que era “la
madre del hijo de Merlín” y que debía seguir las órdenes de un hombre que se
hacía llamar Dartayan, quien decía ser el espíritu de su padre muer- to y, a
través de mensajes de texto en el celu- lar, les indicaba a ella y su hijo
cómo debían seguir para convertir al niño en un “mago blanco”.
Durante el período
de una semana siguie- ron las instrucciones dictaminadas por Dartayan, hasta el
día en que fueron arresta- dos por la policía y llevados a urgencias de una
clínica psiquiátrica. Ese día, en espe- cial, según recuerda la madre,
sucedió una serie de eventos increíbles; su hijo le “hizo” una regresión en
el tiempo guiado por Dartayan, la cual la llevó hasta el momento de su nacimiento.
Después de la “regresión”, tanto ella como el niño entraron en lo que ella
denomina un “trance” en el cual veían la cara del diablo en su hermana y su
madre (la tía y la abuela del niño, respectivamente). Se volvieron
agresivos y dirigían su agresión, en especial, a los familiares antes
mencionados pensando que éstos les querían hacer daño. En vista de que la
situación se tornó incontrolable, familiares y amigos acudieron al cura del
barrio, alegando una “posesión demoníaca”. A pesar de los esfuerzos
conjuntos de contenerlos, fue necesario llamar a la policía, quienes
impusieron fuerza e inmovilizaron tanto al niño como a su madre,
llevándolos al servicio de urgencias de una clínica psiquiátrica. Durante su
estadía en urgencias, los síntomas psicóticos en el niño respondieron a
la medicación psicotrópica rápidamente, mientras que el cuadro de la madre
se intensificó y requirió de una semana de hospitalización.
Durante los ocho
meses siguientes al evento, tanto el niño como su madre fueron manejados por
psiquiatras de la EPS, con una impresión diagnóstica de un trastorno afectivo
bipolar tipo I. Durante estos meses, el niño recibió manejo farmacológico
regular con ácido valproico y tioridazina y mostró una adecuada respuesta
de los síntomas psicóticos a la medicación, pero sin retornar a la vida
escolar puesto que luego de la hospitalización asistió sólo unas semanas y
no volvió debido a la acentuada ansiedad relacionada de manera directa con el
inicio del día escolar. Durante este tiempo, permaneció en casa realizando
algunos de los oficios domésticos, pero, la mayoría del tiempo, leyendo libros de
magia y buscando en internet escuelas de magia convencido de su potencial para
convertirse en “mago blanco”. Así continuó, hasta el día en que reaparecieron las alucinaciones auditivas que el paciente refiere como “una sola voz
en un idioma extraño, del cual alcanza a traducir: la hechicería se
desencadenará este año”. Además, había ideación suicida estructurada: “me
voy a ahorcar con una corbata” asocia- da a importante ansiedad y a la
sensación de “salir corriendo”. Consultó al psiquiatra de la EPS y éste lo
remitió para hospitalización.
Como antecedentes
personales de importancia, existía un reflujo vesicoureteral de- recho grado
III, que requirió de intervención quirúrgica cuando el niño tenía 5 años.
La tía materna, con la cual viven, refería que desde ese momento en adelante
la madre del niño se preocupaba muchísimo por su salud y lo protegía de
manera exagerada, evitan- do que asistiera al colegio si amanecía con
cualquier queja somática, así fuera mínima. Al indagar sobre los
antecedentes familia- res, niegan enfermedad mental o médica.
En la historia
familiar y personal, cabe destacar la figura paterna vivenciada como ausente,
la relación estrecha y afectuosa con la madre y el abuelo paterno, y la poca
interacción con los demás miembros de la familia (con los cuales convivían)
y con sus pares. Tanto el padre como el abuelo paterno murieron en un
período de cinco años, primero el padre de manera violenta y luego el abuelo
a consecuencia de un cáncer de esófago. Estos eventos fueron descritos por el
niño como emocionalmente perturbadores. Siempre se destacó por su excelente desempeño académico. Después de la hospitalización, se vinculó a riñas
escolares y golpeó en una ocasión a uno de sus compañeros de clase
alegando que éste era un mago negro. La relación con su madre se basaba en un
vínculo dominante-dependiente, en el cual el niño jugaba el papel dominante, no aceptaba
los límites impuestos por la madre y era él quien decidía cómo funcionaba, basado en lo que él deseaba y quería. Llama la atención que, en el
momento de consultar, aún compartía el lecho con su madre. De la relación
con la familia (abuela materna, tío materno, tía materna y su esposo e
hijo), la madre señaló que nunca los habían incluido y que de alguna manera
le habían hecho saber que ella no era hija legítima de su padre.
Al examen mental de
ingreso lo describen como un paciente alerta, hipoproséxico, desorientado
parcialmente en el tiempo. Tenía una adecuada presentación personal, era
colaborador y establecía contacto visual con el examinador. Se mostraba
suspicaz. Su expresión era de tono normal y curso lento. Su pensamiento era
ilógico, con delirios místi- cos y paranoides persecutorios y megalomaníacos, y afirmaba: “soy un ser teletransportado, soy el hijo de Merlín y
me quieren dañar”.
Presentaba ideas de muerte y suicidio no estructuradas.
Refería alucinaciones auditivas complejas en las que, según él: “oigo
voces que me dicen que me mate, me hablan en idiomas extraños”. Su afecto era
ansioso. El juicio de
realidad estaba alterado, la introspección era nula y la prospección
incierta. El examen físico estaba dentro de los límites normales para la edad.
Los exámenes complementarios realizados durante los primeros días de la
estancia hospitalaria, inclusive TAC cerebral simple y electrocardiograma,
fueron normales.
Raro, no?. Hablemos un poco acerca del trastorno psicótico compartido.
TRASTORNO PSICÓTICO COMPARTIDO
La folie à deux (como también es conocido), es un extraño síndrome psiquiátrico en el
cual un síntoma psicótico (habitualmente una paranoia o un delirio)
se transmite de una persona a otra,
pasando a compartirla. Cuando el síntoma es compartido por más personas recibe
el nombre de folie à trois, folie à quatre, folie à famile o folie à plusieurs (de muchos).
El síndrome es habitualmente diagnosticado
en personas que viven próximas y
que pueden estar socialmente o físicamente aisladas, por lo cual tienen poca interacción con otras
personas.
Unas veces esta locura puede ser en cierto modo "impuesta"
(imposée),
en estos casos una persona dominante induce la locura en una segunda persona.
En estos casos si ambas personas son hospitalizadas de manera separada los
síntomas del trastorno desparecen de la persona aceptante, los casos en que
pese a la separación la creencia aún permanece recibiría el nombre de "comuniquée"
(transmitida).
Sin embargo existen otros casos de personas que sufren de
manera independiente de psicosis, se influencian mutuamente llegando a alcanzar
un trastorno idéntico o sorprendentemente muy similar. También puede pasar que
la persona influenciada adopte una psicosis distinta, en estos casos recibe el
nombre de induite
(inducida).
Este trastorno era más
frecuente entre las mujeres,
reflejando la tradicional sumisión de la mujer en la familia. Con los nuevos
tiempos, por el contrario es igual de habitual en hombre y mujeres. Pero la familia sigue siendo el escenario más
habitual donde se da, ya sea entre parejas, padres e hijos o hermanos.
Normalmente el inductor suele
tratarse de una persona mayor o
de una inteligencia superior,
aunque también últimamente el factor de la edad parece no influir.
A veces,
resulta difícil discernir cuando una creencia
ilusoria compartida por un gran
número de gente pasa a ser considerada legítima, pero es aceptado que si la creencia en cuestión es
comúnmente aceptada por otros miembros de su cultura o subcultura no se trata
de un delirio. Cuando un gran número de gente cree algo que es obviamente falso
basado simplemente en rumores no es considerado una ilusión clínica sino más
bien una histeria colectiva.
Que gran historia, a veces parece increible que trastornos como este se puedan presentar. Excelente idea concluirlo con una explicación concreta del trastorno. Me quedó muy claro, gracias.
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