LIMERENCIA
La cáscara de banano en la que resbalamos
para iniciar el proceso del enamoramiento se llama limerencia.
Aquí nos sentimos de repente libres como el aire (qué paradoja, porque es justo
entonces cuando nos ponemos la soga al cuello). En esos meses iniciales te
acicalas, te obsesionas, fantaseas y sientes un deseo compulsivo de fundirte
con el otro. Sospecho que es un proceso universal que resulta muy popular
porque parece la respuesta a la plegaria con la que nacimos: “Tengo miedo, no
quiero estar solo, quiero que me quieran.”
Bien, pues superado ese trance patológico,
viene la sensatez. La diferencia entre
la limerencia y el vínculo amoroso es sencilla: la primera, al ser una
estrategia interesada de la naturaleza, funciona sola: no hay que hacer nada,
solo dejarse llevar por las promesas del amor eterno. En cambio, el vínculo
amoroso necesita cuidados y esfuerzos continuados. Y a veces, atosigados por
las preocupaciones y el cansancio diarios, nos descuidamos… hasta que el
vínculo amoroso se transforma en simple afecto. Allí empiezan los problemas,
porque el afecto es perfecto para los hijos y para los amigos, pero que no vale
para la pareja. La pareja necesita que mantengamos vivo el vínculo amoroso.
¿Cómo lo hacemos?
Básicamente, se trata de recuperar dos
elementos: la conexión emocional y el contacto físico. ¿Recuerdan cuando
flotábamos, eufóricos, en la etapa de la limerencia? Podíamos pasar horas
mirando, tocando y sintiendo al otro, sin más. Ese es el alimento del amor
duradero. ¿Existen trucos para recuperar esa conexión?
Si, ahí van algunos:
de entrada, volver a escuchar a la pareja de forma que se sienta escuchada, no
solo “oída” (esto implica parar el tiempo e interesarse de corazón por el
otro). Ser generosos en lo grande y en lo pequeño, como cuando todo lo
queríamos compartir con el otro. Reavivar el placer sencillo del contacto
físico: caricias, miradas, abrazos… Y también derrochar a conciencia sentido
del humor, porque la risa y la sonrisa son una fuente de alegría cómplice,
fantástica y gratuita.
También es importante tener en cuenta como juegan los neurotransmisores en el proceso de enamoramiento, al principio todo es serotonina y estamos como "wohoooo" y hacemos muchas y entre esas cosas "hacemos el amor" y realmente HACEMOS el amor, al tener relaciones sexuales empezamos a secretar oxitocina, que es realmente la encargada del amor, del fenómeno de "anidamiento" de que los hijos quieran a sus madres y de que las parejas (algunas) sigan juntas cuando la serotonina decidió decir adiós.
ResponderEliminarEl amor es una decisión, y si se empeñan en enamorar de nuevo, se puede lograr, a pesar de los neurotransmisores, como dice Au. Este tema me parece muy chevere, y no conocía el término.
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